domingo, 17 de noviembre de 2013

Puerto Casado: Pescadores quemados por el sol, la vida en el río

Todo comenzó con una Ruta Quetzal inolvidable que marcó a todos sus participantes. Paraguay fue el país que marcó en especial a dos de ellos.

Puerto Casado
Pescadores en Puerto Casado

En la margen derecha del río Paraguay, antes de llegar a Corumba, en pleno Pantanal brasileño, existe uno de los mayores latifundios de toda sudamérica donde hay una vieja fábrica de tanino, un producto que se empleaba para curtir la piel.
Hoy la materia prima que se extraía del Quebracho, un árbol abundante en las 6.500.000 de hectáreas, ya no la demanda el mercado y la fábrica está paralizada. La población tiene una densidad de 0,4 personas por kilómetro cuadrado y desde allí partieron los menonitas para internarse y colonizar el Chaco central.

El Chaco, el río Paraguay y la nave Bahía Negra

El Río Paraguay está entre los 40 rios más grandes del mundo, con una longitud de 2.625 kilómetros. Nace en Brasil y después de discurrir brevemente por Bolivia cruza Paraguay. Divide a la nación en dos regiones ecológicamente distintas. Al oeste se encuentra el Gran Chaco, considerada el área de bosque seco más grande de América del Sur y la extensión forestal más grande del continente, después del Amazonas.
Hacia el otro lado, el Bosque Atlántico del Alto Paraná es uno de los bosques más diversos y amenazados del mundo. El barco Bahía Negra es una nave que se fabricó en unos astilleros bilbaínos en el año 1964 y estaba aún activo como un buque de pasajeros fluvial en Diciembre de 1997. En Abril del 2003 se encontraba parcialmente desmantelado en Asunción.

Original centro comercial

Al fondo, dando la espalda a una estampa a la que ya deben estar acostumbrados, dos barcos construídos en un astillero bilbaíno, a miles de kilómetros de allí. Un poco más cerca de una de las orillas del Río Paraguay hay una frágil embarcación, en donde una niña espera a que su padre vuelva. Está comprando una garrafa del carísimo gas importado de Argentina. Atracado a un puerto natural, hoy está el barco que semanalmente abastece a la pequeña población ribereña de un sin fin de productos traídos desde la capital, Asunción.
Un joven lava en el río una garrafa en donde pedirá que le pongan un par de litros de alcohol para quemar. Un equilibrista carga con un pesado saco de harina de mandioca que servirá a los pobladores para hacer pan, dulces y fideos. En la frágil embarcación de madera, los lugareños pueden comprar productos tan dispares como leña, combustible, ropa, alimentos y hasta remedios para la salud. A cuantas grandes superficies les gustaría rentabilizar su espacio como lo hacen los dueños de estos pocos metros cuadrados flotantes. Toda una lección de economía.

Quemados por el sol

No pude reflejar en una foto el rostro del pescador. No quise molestarle, estaba tan concentrado con sus rudimentarios aparejos de pesca que no me atreví a llamarle. Aquel hombre estaba sentado, casi haciendo malabares, en la proa de su barquito de madera. Una materia prima, que antaño fue muy abundante, pero que ahora con la explotación de los bosques del país cada día son más escasos árboles como los cedros, los lapachos y los timbó con el que hacer todo tipo de manufacturas de madera. El en su frágil embarcación y yo, en un mastodonte de acero fabricado en Europa. O no llevaba mucho tiempo allí, o la pesca es escasa en ese tramo del río. 

Solo vi una piraña destripada que estaba utilizando como cebo. La caña era una sencilla rama de árbol, el sedal un pequeño cordón rojo. Su piel y su remera estaban quemadas por tanta horas de exposición al sol. En un momento dado, giró la cabeza hacía arriba y me quedé helado, sus ojos de un azul extraño me dejaron cegado, petrificado. No fui capaz de retener esa mirada, la última foto la disparé un par de segundos antes. Malditos carretes de película, aún no había llegado la fotografía digital. Espero que esos ojos no estén muy dañados por el reflejo del sol en el agua, ojalá que sigan viendo para que lo disfruten otros. ¡Yo tengo clavada esa mirada y será para siempre!.



La vida en el río

Mientras la señora se pasa y se gana la vida limpiando las vísceras de los animales que “carnean” en un matadero cercano, él se dedica a “platicar” para entretener a su compañera. En muchas partes del Paraguay casi siempre los roles suelen ser muy machistas. En las latitudes donde está Concepción (cerca del trópico de Capricornio) a la horas centrales del día, el cerebro no está para procesar muchos datos, la combinación de humedad y el calor hacen que el flujo sanguíneo que llega al cerebro sea más bien escaso.
Pobre animal (el carneado) pobre señora (por su trabajo) y pobre sintonizador de radio (el compañero). Solo faltaría que el simpatizara con el Olimpia, el Club de futbol más pudiente del país y ella con el Cerro porteño, el de la gente más humilde. ¡Para qué queremos más!

Difícil control

El río Paraguay está entre los ríos más grandes de América. Tiene una longitud total de 2.625 kilómetros y en buena parte de su recorrido es una frontera natural entre Bolivia/Brasil, Paraguay/Brasil y Argentina/Paraguay. Tan extensas y remotas en algunos puntos de su recorrido que son fácil blanco para el contrabando de todo tipo de mercancías, legales e ilegales, sobre todo en su frontera norte con Brasil.
Desde la explotación y contrabando de maderas nobles hasta los vuelos de pequeñas aeronaves que llegan cargadas de marihuana, producida en el país, o de la cocaína, que utilizan el despoblado Chaco para hacer escala con dirección a mercados más rentables económicamente.

Por la proa o por la popa

Para desprenderse de los desperdicios orgánicos que se originaba en las dos naves de la expedición, lo más sencillo era lanzarlos directamente al inmenso caudal del río Paraguay. La rica fauna que vive en sus aguas (230 especies de peces y 46 de anfibios) se encargará, en cuestión de minutos, de dar buena cuenta de lo que les llegue desde el exterior.
Ninguna de aquellas especies del ecosistema se atrevió a engullir al amigo de la foto. A Sancho González Green no hay boca (no humana) que se atreva a hincarle el diente. Y no por duro, sino por luchador.


Fuente: http://www.hechosdehoy.com/pescadores-en-puerto-casado-quemados-por-el-sol-la-vida-en-31686.htm

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